Dos "cuadris", dos joyas de oro

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Toros
     
Nombre
Número
Peso
Calderita
35
577
Fogonero
7
508
Taconero
30
618 
Carabela
15
589
Cosaco
14
598
Ermitaño
26
594

      En la historia de la corrida brillaron dos joyas, dos toros enormes en muchos sentidos, dos cuadris para lucirse en la Monumental de Madrid, para lograr dos éxitos sonoros que no se alcanzaron. Uno, de nombre Fogonero , le tocó a Eduardo Dávila Miura; el otro, Taconero , a Curro Díaz. Ninguno de sus matadores consiguieron cortarles las orejas.
      El Califa tuvo en suerte el peor lote: al que abrió plaza, noble, le faltó viveza, y el cuarto tenía mucha tela que cortar. El primero no planteó grandes problemas, pero le faltó chispa. El diestro sacó una tanda entonada en las afueras; pero el animal no se entregó. Lo cerró y probó en las rayas con el animal, muy parado. No hubo más.
      El cuarto titular se lesionó en el ruedo y fue sustituido por un astado de hermanos Lozano, bien conformado y que llegó con peligro a la muleta. El torero valenciano lo pasaportó malamente con los aceros tras un trasteo sin interés.
      Dávila Miura desperdició una gran oportunidad y tuvo como segundo cartucho un autentico regalito. Fue pitado tras despachar al segundo de la tarde , Fogonero , un buen ejemplar, bravo en el caballo y que metió la cara bien en la muleta. Un toro, encastado y con respeto. El sevillano realizó una faena bien trazada y limpia, pero exenta de lucimiento. Salía de las series como si no estuviera convertido de lo que hacía. En ese dilema es probable que le faltase poner más sentimiento; sentirse, que dicen los toreros. El torero quedó por debajo del animal.
      Dávila se quitó de en medio pronto a su segundo, escarbador durante su lidia, que cazaba moscas por ambos pitones y le esperó descaradamente en la suerte suprema, en la que el espada pasó las de Caín.
      Curro Díaz, al igual que Dávila, también contó con un buen ejemplar como primer plato y un segundo imposible, que se inutilizó en el ruedo. El diestro realizó una preciosa faena, en la que primó la estética sobre el torero fundamental a un grandioso toro en todos los sentidos. Una faena que fue a menos. Taconero se olvidó de sus ¡618! Y se movió como un autentico atleta en las bravas acometidas al picador, en el tercio de varas y a la hora de acudir tras el trapo rojo. El de Linares, que brindó al cielo, comenzó con unos muletazos en los que se gustó y paladeó el toreo. Luego, con la diestra, entretejió una labor desigual. Con la diestra cuajó una serie, aunque anteriormente toreó muy rápido. Con la izquierda, toreó muy natural bien, aunque las series fueron cortas. Los remates, como trincherillas, fueron carteles de toros. Tampoco fue totalmente certero a la hora de matar. El público pidió mayoritariamente la oreja –el toro era de dos trofeos-, el presidente la denegó, y todo quedó en una vuelta al ruedo.
      El sexto se lesionó al comienzo de la faena de muleta y quedó inutilizado ¿Qué le sucedió?... Misterios de la naturaleza, porque se derrumbó y cayó como fulminado por un rayo. A Curro Díaz no le quedó más remedio que finiquitarlo de inmediato.
      La corrida de Cuadri no dejó indiferente a nadie. Ya fuera por casta y bravura, ya por dificultades o peligro, hicieron que el espectáculo palpitara con emociones fuertes. Lástima que no fueron aprovechadas esas dos autenticas joyas, de nombres Fogoner o y Taconero , dos oportunidades de oro para el éxito.

      Martes 1 - Junio 2004 Huelva Información